El cine de David Lynch, referentes y conclusión
Sigamos con esta tentativa de auxiliarnos de ciertas pinturas célebres, para comprender el singular universo lyncheano. El mismo director norteamericano es un artista plural de formación estética y conocedor de la historia del arte. Sus obras manifiestan esa capacidad para plasmar en desconcertantes viñetas las tinieblas más perturbadoras del alma humana. Por ejemplo observemos esta obra, Chico Malo (1981) del pintor newyorkino, coetáneo de David Lynch, Eric Fischl:
El chico está en una situación de ambigüedad extrema, no se sabe si fascinado por la desnudez extática de la mujer incitante, acaso su propia madre, no se tiene plena seguridad de si no lo estará el imaginando todo, en el momento cuando sustrae algo de la bolsa prohibida, la simbolización del romper un límite, o de no hacerlo, los frutos suculentos y sugestivos, están al alcance de su mano, y sin embargo el prefiere robar, trasgredir algo oculto: ¿su inocencia, tal vez?
Las persianas parecen aludir a los barrotes de una celda, aunque también dan imagen de silvestre instinto, como cebras, como tigres, a las figuras participantes de este mudo ritual iniciático.
Pues bien, todo lo anterior podemos verlo expresado en la cinta Terciopelo Azul (1986) de Lynch, cuando el joven Jeffrey penetra en el extraño apartamento de la misteriosa (y mayor que él ) Dorothy Vallens, para oculto en el armario contemplar en secreto, como un Penteo a las Bacantes. el bizarro y erótico ritual de ella con el terrible figura pater, Frank Booth. En la cópula sin copular, y en la fingida e intensa entrega sadomasoquista de Dorothy ante los empujes edípicos del excéntrico “villano” (ojo: que Booth alude a Both y Jeffrey siempre viste alguna prenda negra también), podemos sorprendernos con la coincidencia de las propuestas de Fischl y Lynch.
Nuestra psique vive su propia realidad de símbolos y anhelos prohibidos, y se expresa en delirantes caligrafías que encierran el verdadero nombre de nuestro ser, aquel que se hace más fácil de pronunciar con gruñidos y suspiros, y que no calla nunca, aún sublimado en arte.
Tal es la tentativa de David Lynch, hacer profundas las figuras más superfluas de nuestra cotidianidad: la familia feliz, la casa de los suburbios, la naturaleza primaveral, la cafetería de la esquina… y a la vez sacar a la superficie las hondas dimensiones de absurdo consecuentes a nuestra limitada comprensión, allí donde los oscuros sueños dicen más, explicando menos, sólo haciéndose sentir al que no es(tá) cuando duerme ¿Quién es en realidad en sus sombras?